Primavera de Boticelli



Primavera (Sandro Boticelli)

Concretamente en “La Primavera” Botticelli nos muestra una alegoría, no una estación.
La escena debe leerse de derecha a izquierda, como el hebreo, algunos textos de Leonardo y algunas escrituras herméticas.

A la derecha vemos unos árboles retorcidos por la fuerza creadora, doblados por el viento. El mismo dios del viento primaveral, Céfiro, sopla sobre la ninfa Cloris, impulsándola con su soplo divino, de forma que ella se transforma en Flora. Céfiro no representa aquí un dios del Olimpo, sino la fuerza del viento de un mundo subterráneo, quien debe impulsar a la ninfa hacia su transformación. Cloris es la claridad, la luz, la pureza, la inocencia... quien debe iniciar el camino kármico a través de ese impulso, esa energía secreta de la vida que la llevará hacia la perfección espiritual. Es ahí cuando ella se convierte en Flora, coincidiendo dos pies de los dos personajes, simbolizando que dan a la vez un mismo “paso iniciático”. 
Vemos aquí también dos arquetipos femeninos, la dualidad que anteriormente hemos analizado entre la Suma Sacerdotisa y la Emperatriz, escenificados aquí con una metamorfosis, algo también muy sugerente dentro del camino arcano, donde un personaje precede e impulsa al siguiente. Flora lleva rosas en el manto, símbolo del amor y de la pasión, y toda ella está adornada y va esparciendo flores, simbolizando ese poder fecundador que nos muestra la naturaleza.

En el centro encontramos a Venus, la diosa del amor, quien contempla de forma pasiva y receptiva toda la imagen, simbolizando a la Venus Urania y a la Venus Genitrix (la fuerza creadora y ordenadora de la Naturaleza). Sobre ella Cupido, con sus atributos característicos, que apunta con su flecha a una de las Tres Gracias: Castitas. Ellas continúan así con la imagen a la izquierda y simbolizan los tres aspectos de la diosa, pues la unidad de Venus se despliega en la Trinidad de las Gracias, quienes entrelazan sus manos en una danza de iniciación, creando un círculo esencial órfico de“emanatio, raptio e remeatio” (dar, aceptar y devolver).

En el extremo izquierdo hallamos a Mercurio, el mensajero de los dioses, bastante desligado de la escena, disipando unas nubes con su vara, ligado tan sólo por la mirada que Castitas dirige hacia él. Vemos con su postura análoga al arcano del Mago, que se encuentra uniendo lo de arriba con lo de abajo. Aquí Botticelli no hizo alusión al dios romano, sino en realidad al Hermes griego, dios de la sabiduría y que ya hemos analizado con anterioridad en el trabajo del Mago. Mercurio es el guía de las Tres Gracias, pero también el guía de las Almas hacia el Más Allá. Él vuelve la espalda al mundo para contemplar el Más Allá y representa el Amor divino al que Castitas tiende, pese a no poder deshacerse del nudo de la tríada danzante. Mercurio a su vez regresará al mundo terreno al igual que Céfiro, para iniciar de nuevo los ciclos de la vida y el Amor, impulsados por Céfiro (el soplo) y conducidos por Mercurio (el espíritu) bajo la supervisión de Venus.

La interpretación esotérica más aceptada sobre el cuadro es que expresa una descripción hermética del recorrido del ser espiritual en la realidad material del “mundo manifiesto” y es precisamente esa manifestación de lo material la que nos presenta la Emperatriz, femenina, receptiva, fecunda y materializadora, a través del impulso de las pasiones, del amor simbolizado por Céfiro, quien desencadena toda esa metamorfosis del Ser, del alma y de las emociones humanas hasta llegar a la sublimación de la sagrada unión y equilibrio de la materia y el espíritu.
 http://www.ekiria.org/content/arcano-iii-la-emperatriz-i-simbolismo

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