El Silencio



El silencio también nos habla...

- Quizás nos dice más que mil palabras y todos los ruidos que podamos escuchar.

- Quizás nunca haya un silencio absoluto, y los que sentimos como silencios, es simplemente por no escuchar las sutilezas que nos rodean, de las que somos parte y las nuestras propias, que generalmente desconocemos.

- Escuchar el silencio, probablemente no haya que aprenderlo, simplemente atrevernos; lo que aparenta ser simple es a veces lo más complejo.

- Atrevernos a escuchar el silencio, es atrevernos a encontrarnos con nosotros mismos, cara a cara, sin máscaras. 


- Si nos atrevemos, pese al miedo, pese a sentirnos desgarrados y desarraigados, pese a que duela, se puede si queremos.

- Estar en silencio, puede costar mucho y a veces sentir que es demasiado, pero es necesario para lograr la calma, para sentir paz, para escucharnos los unos a los otros y para escucharnos a nosotros mismos desde el amor.

- Todos podemos si queremos, pero hay que quererlo desde el ser interior.

- Escuchar el silencio es atrevernos a mirar la luz y lo oscuro en nosotros mismos, lo que podemos y no controlar en nosotros y en los otros; a ver lo más maravilloso que podemos descubrir y a ver lo más terrible con lo que nos podemos encontrar.

- La mayoría de las veces resulta más cómodo y menos amenazante buscar más gente que nos hable de lo que nos interesa y de lo que no nos interesa también.

- Nos las arreglamos cuando estamos solos para no caer en el silencio. Metemos ruido llamando por teléfono, con la radio, el televisor, algún electrodoméstico, haciendo aseo y si no hay forma de hacer ruido o incluso si es que lo hay, para asegurarnos, pensamos y nos refugiamos en los pensamientos como si fuesen salvavidas. Ese ruido mental tan útil para escapar, para no escucharnos a nosotros mismos. 


- A veces, con un pensamiento rondando basta, otras necesitamos refugiarnos en todos los que podamos meter a nuestra mente a la vez, que no exista espacio. Lo peor de todo, es que nos autoengañamos, pensamos que nos invaden, son ajenos, no dependen de nosotros, que nos perjudican y no nos dejan dormir, que no quisiéramos que estuvieran ahí, que quisiéramos silencio y paz, pero en realidad no somos víctimas de nuestros pensamientos ni de nada, están ahí  porque queremos que estén, porque por mucho que nos atormenten, a veces es más fácil soportar esa tormenta de pensamientos que la de encontrarnos y atormentarnos con lo que podemos sentir y descubrir en nosotros mismos.

Lorenauta

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